viernes, 8 de febrero de 2013

Las palabras conmovidas por el llanto de las horas comenzaban a acurrucarse en la memoria distante de mi mano. Subían desde la montaña plástica de petróleo y se derribaban luego, para reír hasta el final del día.
Quise hasta ese momento pretender no oír ese chasquido, ese baile fugaz, tan fugaz como el recuerdo del sueño aquel en el que cada palabra conseguía hilarse con su compañera justa, para formar una trenza ajustada que luego comenzaría a destejerse para siempre.
Crecían las miradas como un conjunto de sílabas absurdas, contenedoras de tensas fragilidades humanas. Aún cuando no exista espacio donde ubicar la presencia de las luces, intentaré un recuerdo táctil que me dirija hacia las nubes.
Un circulo en el cielo se proyecta insistentemente sobre su cabeza. Palabras más por decir, por palpar, por clasificar y descartar. Un remolino se enrrolla sobre mi brazo izquierdo y me empuja. Siento la calidez del viento, bebo del aire sus átomos vencidos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario